Misiones

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¿Brillas para los muertos, dorada luz del amor?
la mañana está destartalada
de flores dormidas que no pueden
dejar la cueva de la noche
ya el sol de diablos pone la cara roja
–¡cómo brilla la transparencia
del día!
en pajaritas, saciadas de sueño
se reanima la esplendorosa infernal
Selva, pone hornos en la tienda
de electro-domésticos chinos
y los juegos de las chicas, los gritos
de los chicos
... si bosques de roble temblaran en el horizonte
pero no los veo, los siento
vivir a todos, muertos rubios
en la guerra: el silencio y la luz negra
de los insectos cascarudos incendian con el amor
porfiado el camino que les lleva la tormenta
hace 100000 años
idéntica cosa: la sabrosa piel de mil lunares
salados al cielo y su pútrida batalla infantil,
florcita entre los moscardones
-dale lo que le sobra al calor turbio
del cañaveral, la prole
desatada, la remerita del ídolo
los insectos, ahogados
en la saliva del árbol: la copa del monte
-todo el chiflido bajito en la devoción, y calientes
las islas de bolsas muertas
-la risa del barro rojo que se va pudriendo y la caca.
Misiones, Diego Carballar, poesía, 32 pp.

Relojes, perros, gases, gatos y un gallo


Una vez, mientras viajaba en subte, se había obsesionado con una mujer que estaba sentada en frente. Era muy hermosa, de apariencia algo salvaje, despeinada, con los jeans rotos y las uñas roídas. El la miraba sin pestañear. Ella le dirigía miradas tentadas de risa de reojo. El tenía los apuntes de la facultad y un resaltador en sus manos. Dudó, el plan le daba vergüenza, pero no habría otra oportunidad. Trató de plasmar en un poema improvisado todo aquello que había pensado. Al final del mismo, anotó su nombre, su teléfono y e - mail (perdedor@looser.com) Se puso de pie rápidamente y se lo entregó. Luego ascendió mucha gente al subte, de modo que él tuvo que quedarse parado y aferrado débilmente a uno de los caños más cercanos; debía esforzarse mucho con el cuello para poder seguir viéndola. Ella le dirigió una serie de miradas que se sucedían cada cinco segundos. El las contó: fueron veintisiete miradas. Ella descendió, y lo saludó cuando el subte arrancó.
Se había establecido entre ellos un lazo, se habían entendido y, sin embargo, ella no lo llamó ni le escribió. El esperó ese llamado durante meses.Se acordó de ella, de lo que le costó superar aquel episodio, de lo que tardó en olvidar su rostro, su cabello largo, sus jeans rotos y la relacionó con Alelí. ¿Acaso no estaba sucediendo algo parecido?

Relojes, perros, gases, gatos y un gallo - Dafne Mciulsky - junio de 2009

Machista en soliloquio


Es una alegría y un orgullo editar un texto inédito de Dafne Mociulsky, una narradora y poeta que bueno bueno. Lleva publicadas varias novelas y poemarios que con espíritu militante vende ella misma en los bondis de tres cifras del conurbano oeste. Machista en soliloquio, el cuento que presentamos, narra lo que pasa cuando un galán -de esos que abundan en esos barrios- tiene un encuentro fantástico con una mujer que es capaz de trastocar su idea de la fidelidad con el mero expediente de separar las piernas.


Hace más o menos un año, estaba yo en la plaza con mi sobrinito y me llamó la atención una chica que se colgaba de los jueguitos, hacía abdominales colgada con las piernas del arco más alto, se sostenía de sus brazos y giraba sobre sí misma y, cuando se cansaba, conversaba con varios niños; uno de éstos era algo de ella. Con la excusa de que mi sobrino quería integrarse al grupo, me acerqué y le busqué charla. Aparentaba unos dieciocho años, pero tenía veinticinco y era la madre del pequeño que andaba en bicicleta. No es de esta chica de la que quiero llegar a hablar, sólo la nombro porque sabía demasiado y eso me sorprendió. No recuerdo su nombre, lo recordaría si me hubiera acostado con ella. Entablamos una interesante conversación y llegué a sentirme bastante inseguro al elegir mis palabras. Era extrovertida y estaba buena, no era para tirar cohetes pero bueh. Hablaba sin tapujos, sin temor a los prejuicios “machistas”. No le importaba lo que uno pudiera pensar de ella, se expresaba libremente ante un perfecto desconocido. -Justamente porque no te conozco puedo hablar tranquila, no podés hacerme ningún daño- aclaró, y tenía su lógica. Me contó que estaba, o había estado, enamorada de un “histérico, mujeriego y machista". Uno como yo, pensé, y más adelante me animé a decírselo, mientras le contaba que sólo una mujer me había librado por un tiempo de esa condición. -Un mujeriego no puede ser feliz del todo, vamos. El hecho de no poder estar bien con una mujer significa no poder amar libremente, pensalo bien. El mujeriego es esclavo de su rótulo y sus hábitos y cuando ama, no sabe amar y sufre. Así como nadie puede apresarlo, él tampoco puede “apresar” a nadie. No se puede ser feliz en varias relaciones simultáneas, mintiendo, lastimando, viviendo con la tensión de tener que actuar siempre con demasiada cautela… y esas tensiones afectan sólo al pirata en cuestión. Imaginate encontrar a la chica de tus sueños, tomate un minuto para imaginarla en serio, una mujer que tenga las cualidades que necesitás, que te entienda y te satisfaga, que cumpla sus fantasías con vos y vos con ella, ¿qué sentido tendría meterle los cuernos?, ¿para qué? En un caso así, sería cobardía, nada más.- Todo lo que me decía era perfectamente discutible, pero era interesante escucharla. Le pedí su teléfono, me dio su mail. Jamás le escribí, me asustó.

(Machista en soliloquio, Dafne Mociulsky, nohayverguenza ediciones, Buenos Aires, 2009)

Métrica


Luego de casi una década de nohayverguenza, hasta a mí me parece difícil de entender por qué recién ahora edito un libro propio. Si bien en rigor no se trata de mi primer poemario (lo precede el inédito Objeto directo, de 1999) Métrica sí es mi único proyecto individual que se concreta como libro en papel y, la verdad, estoy (por el momento) bastante satisfecho con el resultado.
Métrica, sonetos y otras formalidades es, como lo indica el subtítulo, una antología personal que recoge mis experimentaciones más estructuradas, mi acercamiento más consciente a géneros que amo y disfruto casi desde que que sé leer.
Acerico
Aunque vos raramente has enhebrado
-Perezosa y mental- de acero el ojo,
Aun así, diariamente y con enojo
mi acerico dejás atravesado.
Yo no sé si se trata de un porfiado
Caprichito, de algún hastiado antojo,
Pero de tus fruncidos labios rojos
Los dardos van directo a mi costado.
Si la piel fuera paño, nula huella
La aguja dejaría, y el relleno,
Si estopa o algodón, igual de bueno;
Mas de espíritu y carne, sangre y pella
Mi acerico fue creado, y aunque pleno,
Así lo vas llenando de veneno.
TiTo A.

(Métrica, sonetos y otras formalidades, TiTo Arrúa, nohayverguenza ediciones, Buenos Aires, 2009)

FARFYDOLL ILustras

Presentamos a nuestros ilustres lectores el último lanzamiento de nohayverguenza ediciones: de Julieta Farfala, un libro de ilustraciones acompañadas de los inquietantes textos de Tinno. Próximamente asequible en Gambito de Alfil y en la décima edición de la Feria del Libro Independiente y (A), el 29 de marzo en el estacionamiento de la Facultad de Sociales, Azcuénaga y Paraguay.